Imagínate si en nuestras células se almacena 400 billones de años de evolución, la historia no va a parar.
Ahora no vamos a ser nosotros más especiales y decirle a la sabia Biología: perdona, conmigo las cosas tienen que ser diferentes…. Las cosas son así, igual que la información se pasa de célula en célula arrastramos memórias, comportamientos, creencias de nuestros antepasados.

Por eso se dice que formas parte de un árbol genealógico, e igual que el árbol te da frutas, hojas para hacer medicina, fruta para refrescarte y coger vitaminas, también tiene una sombra. Venimos con residuos de una Guerra Civil, de muchas penurias, que aún pueden leerse en los estudios del árbol transgerneracional.

Reflejos

Vemos reflejados en nosotros los miedos, necesidades y asuntos pendientes en nuestra familia.

Parece loco no? Os voy a contar un caso que descubrí en el estudio de mi Árbol trangeneracional, para mi no ha sido de de gran gravedad, pero solucionarlo me ha liberado de algo con lo que vivía y no me hará dado cuenta.
Siento que he liberado un espacio, una carga que no me pertenecía, también sentí que había podado mi árbol, y que ahora iba a crecer más fuerte.

Mi historia

Siempre había sentido un rechazo enorme hacia los bebés, vivía con eso con toda la normalidad del mundo, aunque realmente lo que sentía cada vez que veía uno era muy intenso, lo tomé como igual que a alguna personas no le gustan las lentejas, a mi no me gustan los bebés.

Pero nació mi sobrina, y aunque mis manos, llenas de callos y duricias por mi trabajo, no acompañaban a sostener un bebé, aunque había dicho que me daba miedo no cogerla bien, hacerle daño, ya era como algo raro, así que dejé que me la pusieran en mis manos, y entonces todo lo que llevaba años evitando se apoderó de mi cuerpo. Se me encogió el estómago, noté como se me cerraba la garganta, y confundí todas esas sensaciones con asco acompañado de un grito en mi interior que decretó: tú no serás madre, por encima de mi cadáver.

Ese día lo etiqueté como «el día que descubrí que me daban asco los bebés» y que a lo único que le llamaría bebé serían seres de otras especies, a los que sí me gustaba sostener en brazos.
Llegó el día que hice el estudio en mi árbol, y averigüé que mi bisabuela por parte de mi madre, había intentando tener un bebé, el parto fue muy complicado, y la criatura no sobrevivió. Tres años más tarde lo volvieron a intentar, de nuevo se complicaron las cosas, pero esta vez faltaron los dos, la madre y el bebé.

Ahora puedo coger a bebés, incluso me gusta, soy un mamífero libre de segregar oxitocina cuando coge a un bebe, y lo más importante de todo: La vida es más fácil sin tener que huir de bebés.

Escrito por Ana Rebenaque, Copyright